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Historia de la Música

Wolfgang Amadeus Mozart (continuación)

Wolfgang Amadeus Mozart  (continuación)

Wolfgang Amadeus Mozart  (final)

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Por encargo del emperador compuso en 1781 la ópera "Un rapto en el serrallo", pero su estreno en Viena fue acogido con frialdad. El propio emperador le dijo a Mozart: "Es demasiado hermosa para nuestros oídos, verdaderamente encuentro que hay demasiadas notas". A lo que el compositor repuso: "Exactamente no hay más que las necesarias". Pero fuera de Viena esta obra alcanzó muchas alabanzas y aplausos: Göthe dijo de ella: "Esta ópera destruye todo lo que se ha realizado". Recibió nuevo encargo del emperador José, en 1786, para componer una opereta llamada "El Empresario", en la que Mozart deja algunas páginas de alto valor.

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El mismo año compuso "Las Bodas de Fígaro", hermosa obra que fracasó el día de su estreno por la malevolencia de sus intérpretes italianos, pero que en Praga alcanzó un clamoroso éxito que convirtió al maestro en el ídolo de aquella ciudad. Fue allí donde estrenó, el 29 de octubre de 1787, su magistral ópera "Don Juan": la obertura de esta obra fue escrita en unas cuantas horas de la noche del 28 al 29 de octubre.   Se relata, acerca del particular, que Mozart, agasajado hasta lo inaudito por los habitantes de Praga, no se daba reposo para escribir  la obertura, asistía a una reunión y se entregaba al baile con el entusiasmo delirante que le causaba la danza. El empresario, inquieto hasta el extremo, se acercaba a él para recordarle  que la obertura no estaba escrita, a lo cual Mozart contestaba, señalándose la frente y evadiendo su requerimiento:  "¡No se preocupe, aquí la tengo!"... Pero a la tercera vez que recibió esta contestación, alcanzó a replicar, cuando ya eran cerca de las once de la noche:   "¡Sí, mi querido Mozart, pero los músicos no van a leer allí!"...   Entonces Wolfgang dando un suspiro de tristeza, abandonó el salón para dedicarse a escribir. Llamó a su esposa y le pidió que le preparase una jarra de café, al mismo tiempo que le decía: "¡Mi pequeña Stanzi, no dejes que me duerma!"... Pero cerca de las cinco de la mañana, el cansancio lo vencía, por lo que le suplicó a su mujer "¡Un cuarto de hora nada más, un cuarto de hora déjame dormir!"... Accedió Constanza, pero ella misma relataba después: "transcurrido el cuarto de hora, reposaba tan profundamente que no tuve ánimo para levantarlo". Cerca de las ocho de la mañana la partitura estaba terminada, pero aún faltaba sacar las copias para cada instrumento. La función estaba anunciada para las siete de la noche: el teatro estaba lleno a reventar, pero no había indicios de que la representación se iniciara. Una hora después de la hora prevista, el mozo distribuía las partes en los atriles de la orquesta y los músicos salieron a ocupar su lugar. Entre bastidores, Mozart, nervioso y acongojado se paseaba de uno a otro lado. Cuando salió a dirigir la obertura sudaba copiosamente: los músicos tenían que leer a primera vista las partes de una obra que nunca se había oído antes.

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Y cuando terminó la ejecución, el público aplaudió delirantemente, uniendo a su manifestación de aprobación los gritos de: "¡Bravo!... ¡Viva el Maestro!..." En cuanto tuvo oportunidad el empresario se acercó a Mozart y le preguntó: "Y bien, ¿cómo salió la obertura?..." A lo que Mozart le contestó: "Unas cuantas notas equivocadas por el copista... pero en general muy bien...".

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En ese mismo año, 1787, recibió Mozart el nombramiento de compositor de la corte, con un sueldo de 800 florines anuales, con los cuales no alcanzó a remediar su pobreza. Viene para el compositor una etapa en la que se dedica con ahínco a la música instrumental: sus mejores sinfonías se producen en este tiempo. Efectúa algunos viajes, recibiendo en Berlín tentadoras ofertas que rechaza con un sentimiento de lealtad y de cariño para su emperador.

. Sus últimas óperas fueron "Cossi fan tutti" (1790), y "La flauta mágica" (1791). Hacia 1789 sintió los primeros síntomas del mal que lo llevó a la tumba. Poco antes de terminar "La flauta mágica", ya estando enfermo, un desconocido vertido de gris se presentó a encargarle una Misa de Réquiem: "No me puedo desprender de la imagen del desconocido, decía Mozart; lo veo por todas partes y me ruega impaciente que realice el trabajo". Se dedicó a esta composición. El 4 de diciembre de 1791 les pidió a los amigos que rodeaban su lecho que lo ayudaran a cantar la "Lacrimosa", de la incompleta obra, pero a la mitad de su ejecución se interrumpió en sollozos; más tarde dio a su discípulo Süsmayer indicaciones para terminarla. "Esa noche", (escriben David y Federico Ewen), "su esposa Constanza, su hermana Sofía, y el discípulo Süsmayer se arrodillaron junto al lecho... Se llamó a un sacerdote para que le administraran la extremaunción. A medianoche, Mozart se despidió de su familia. Luego se volvió hacia la pared. Cuando lo tocaron comprobaron que había muerto". 

 

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Murió a la una de la mañana del día 5 de diciembre de 1791.  Su entierro se efectuó el día 6. Una furiosa tempestad dispersó el cortejo fúnebre. Varios años más tarde se levantó un monumento en el lugar que se supone descansan los restos del inmortal maestro. 

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La herencia de Mozart a la Humanidad es gloriosa: 46 sinfonías, 20 misas, 178 sonatas para piano, 27 conciertos para piano, 6 para violín, 23 óperas, otras 60 composiciones orquestales y numerosas obras más, cuentan en ella.  Sin embargo a su muerte dejó inconclusa la que llegaría a ser una de las más bellas composiciones sin terminar de la historia:  El Requiem.  Su discípulo Süsmayr se encargó de completar la partitura. 

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¡Su genio, como flor inmarcesible, se recordará para siempre! ¡Su música perdurará con exuberante lozanía!

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